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dimarts, 22 de desembre del 2009

Teatro Castellano 2



La capa verde

PERSONAJES
Pataló Gato Sapo
Cocodrilo Perro Murciélago
Lobo Ratón Liebre

La acción se desarrolla en la selva. Al iniciarse la representación, vemos al rey Pataló, el león, subido
en una silla, todo solemne, tan gordo que llama la atención. Un grupo de animales variados están junto
a él, sentados en el espacio escénico, formando un cuadro plástico. Se empezarán a mover cuando el león
comience a hablar. Música de fondo. Sapo ocupa un lugar muy destacado entre los personajes.


ÚNICA ESCENA

Pataló: (A los animales). Acercaos, venid, atended. No temáis. Hoy os quiere hablar vuestro soberano,
el rey Pataló. (Todos se alborotan, hablan intrigados). No tengáis miedo. No os voy a hacer ningún
daño. Yo soy vuestro monarca y tengo la obligación de protegeros. De protegeros a todos, desde
el más grande al más chico: desde el elefante a la hormiga. ¡Silencio, silencio, silencio!
Todos a la vez: ¡Silencio, silencio!
Lobo: ¿Qué nos irá a pedir?
Perro: ¿Qué nos querrá?
Sapo: (Con voz muy fuerte, ridícula, graciosa). ¡Eso, eso, silencio! Vamos a escuchar lo que el rey
tiene que decir.
Pataló: Os he llamado para que comprobéis que me encuentro muy bien de salud. La familia
real está estupendamente. Come poco la familia real, pero lo poco es abundante. ¿Qué más
podemos pedir? Y todo gracias a vosotros. Gracias a todos vosotros, digo, vuestro rey puede
dormir tranquilo, bañarse en el río sin temor y roncar como le plazca. Por eso estoy tan
orgulloso de mis vasallos. En especial, de Gran Murciélago. Su capa verde nos hace fuertes
e invencibles. Somos el terror de nuestros enemigos, nadie se atrevería a desafiarnos.
Todos a la vez: ¡Viva Gran Murciélago!
Sapo: ¡Eso, eso! ¡Viva su capa verde!
Pataló: Gracias a Gran Murciélago (Mirando), que no está aquí, nuestra selva puede descansar
tranquila. Gran Murciélago es el guardián de nuestra nación. Gracias a su capa verde, hay sol
cuando queremos que haya sol y llueve cuando queremos que llueva. Ella detiene los huracanes
y tornados, frena la caída de los meteoritos, cura nuestras enfermedades y hace que crezcan en
los árboles las peras más grandes, las manzanas más hermosas y los melocotones más gigantes…
¡Qué maravilla!
Todos a la vez: ¡Maravilloso! ¡Viva Gran Murciélago!
Sapo: ¡Eso, eso!
Pataló: Gracias a la capa verde, no nos falta la comida. Ella, con su poder mágico,
nos ha convertido a todos en vegetarianos.
Sapo: ¡Eso, eso! Que se enteren los gatos.
Pataló: ¡Viva, viva! Nadie se atreve a atacarnos por tierra, mar o aire. La capa de Gran Murciélago
lo puede todo. ¡La capa que heredó del mago Mediahierba! La capa con poderes extraordinarios…
Sapo: ¡Eso, eso! ¡Viva, viva!
Pataló: (Moviendo la cabeza, molesto por el ¡Eso, eso! del Sapo). ¡Porque soy el rey! Y como soy
el rey, hoy os invito a una gran fiesta, con cena incluida. Quiero celebrar el poder de la capa
verde de Gran Murciélago.
Sapo: ¡Eso, eso!
Pataló: Y después de cenar, baile.
Sapo: (Bailando de forma ridícula delante de todos). ¡Eso, eso!
Pataló: Y después del baile, cohetes artificiales, como hacen los hombres en sus ciudades.
¿Qué os parece? ¡La capa verde se convertirá en fuego de colores!
Todos a la vez: Muy bien, rey.
Sapo: ¡Eso, eso, eso! Cohetes artificiales y más baile, rey. (Sin dejar de moverse). ¡Eso, eso, eso, eso!
Pataló: Y después de los cohetes artificiales, más comida. Comida hasta reventar. Comeréis
de lo que más os guste. Hay de todo.
Liebre: ¿Habrá cabello de ángel?
Pataló: Sí.
Perro: ¿Y sopa de mordisco?
Pataló: Sopa de mordisco. Ya he dicho que lo que deseéis.
Sapo: ¡Eso, eso!
Lobo: ¿Hay nariz de rey? A mí me gustaría probar la nariz de rey.
Pataló: No, Lobo, no. La nariz de rey, ni probarla. Somos vegetarianos y la nariz de rey…
Sapo: ¡Eso, eso! Además, tiene tanto moco…
Todos a la vez: Tiene tanto moco…
Pataló: (Sonándose). ¡Tanto moco! No hay nariz de rey.
Lobo: ¡Qué lástima!
Sapo: ¡Eso, eso!
Pataló: ¿Os parece poco? Si os parece poco, habrá más fiesta.
Sapo: ¡Eso, eso, más fiesta!
Pataló: (Más molesto con el Sapo. Mirándole detenidamente). Pero he de decir que uno de vosotros
no participará en nuestra fiesta. Estoy hasta las narices de sus impertinencias.
Todos a la vez: ¿Quién, rey?
Pataló: Un bichejo asqueroso y verdoso, con los ojos como platos, repugnante, tonto, bobo
y que tengo delante de mí…
Sapo: (Sin darse por aludido, bailando delante del rey). ¿Bichejo asqueroso y verdoso…? (Al público).
¡Eso, eso, que se fastidie el Cocodrilo! (Llamando). Cocodrilo, fastídiate. El rey Pataló no te
invita a la fiesta. ¡Eso, eso, eso, fuera el Cocodrilo!
Cocodrilo: (Sorprendido). ¿A mí? ¿Por qué? ¿Yo qué he hecho ahora, si solo como lechuga
y no pruebo la carne? ¡Qué fastidio! Entonces, ¿no puedo bailar?
Sapo: ¡Eso, eso!
Pataló: ¡Oh, no, no! (Desesperado, al Sapo). Me estoy refiriendo (señalándole con el dedo) a…
Sapo: ¡Eso, eso, al Cocodrilo!
Entra Gato. Es un animal enorme, inmenso, que llama la atención por su gordura. Casi no se puede
mover de lo gordo que está. Lleva una bolsa repleta de manzanas y otras cosillas para comer. Cruza
el escenario. Todos le observan y se apartan a su paso por miedo a que les pise.
Gato: (Sin dejar de comer manzanas). ¡Ya estoy harto de comer siempre lo mismo: peras, manzanas,
pepinos, fresas…! ¡Desde que nos han obligado a convertirnos en vegetarianos…!
(Voz ahuecada). Nada de matar, de comer su carne. Todos los seres vivos deben vivir, tienen
derecho a la vida como los demás. ¡Oh, qué asco! A nuestra familia siempre le han gustado
los ratones. Como debe ser.
Sapo: ¡Eso, eso!
Gato: Todo por culpa de los ratones. Los ratones protestaron, reivindicaron su derecho
a ser respetados por los gatos. Se manifestaron por las calles, amenazaron al rey Pataló
con ensuciarle el palacio con basura y comerse todo el queso de sus despensas si no…
A los gatos se nos prohibió asustarlos. El rey Pataló tuvo que ceder. Y yo, aquí, flacucho,
muerto de hambre, sin carnes, comiendo lo que puedo, lo poco que puedo. Ayer me comí
doce melones y otras tantas sandías. Y, como no pude apagar el apetito, me vi en la obligación
de zamparme camisas, pantalones, calzoncillos, vestidos de novia… ¿Qué puedo hacer?
¿Qué voy a hacer? ¡Ay, qué va a ser de mí! ¡Cada vez más flaco! ¡Cada vez con menos carnes!
¡Tengo un cuerpo transparente! ¡Como tan poco…!
Sapo: (Burlándose por detrás). Eso, eso, qué esmirriado está el pobrecito. Se le ven los huesos.
¡Me da una pena…!
Todos a la vez: ¡Nos da una pena!
Gato: (Saliendo con paso lento, mirando de reojo al Ratón).
¡Qué hambre, qué hambre!
Ratón: (Asustado). A mí no, ¿eh? No me mires ni te acerques a mí, pues se lo digo al rey.
Gato: Tranquilo, Ratón. ¡Ay, ay, ay, qué vacía está la despensa de mi barriga! (Suspirando,
abriendo la boca). Aire, ven y llénamela.
Sapo: Eso, eso, aire, aire. ¡Qué mal huele su aliento! ¡Ah, qué porquería!
¡Lávate los dientes, guarro!
Gato: No tengo ni fuerzas para lavarme los dientes. ¡Me siento tan débil!
Todos a la vez: ¡Aire, aire, aire!
Todos los animales se paralizan. Un perfume penetrante invade todo el ambiente. Es la señal
de que Gran Murciélago se acerca.
Sapo: ¡Eso, eso! Ya viene. Es él, Gran Murciélago.
Lobo: ¡Oh, qué aroma tan maravilloso!
Pataló: ¡Qué perfume tan delicado!
Todos a la vez: Huele a rosas.
Pataló: A claveles.
Sapo: A azahar, a flor del naranjo.
Todos a la vez: ¡A limón! (Saludando desde lejos). ¡Eh, Gran Murciélago! Aparece
Gran Murciélago. Llega triste y contrariado.
Pataló: ¿Te pasa algo, Murciélago?
Sapo: Eso, eso, ¿qué te pasa?
Todos a la vez: Sí, cuenta.
Pataló: Habla.
Silencio. Todos esperan algo nerviosos.
Murciélago: Que…
Todos a la vez: ¿Qué?
Murciélago: Que ha desaparecido la capa verde.
Todos a la vez: (Explosión de voz). ¡No!
Murciélago: Sí. Seguramente me la han robado.
Todos a la vez: ¿Robado?
Pataló: ¿Quién te la ha podido robar, si estamos todos los animales aquí?
Murciélago: Quizá algún hombre espía sabía de los poderes de la capa verde y… ¡Qué sé yo!
Pataló: ¿Dónde la dejaste?
Murciélago: Donde siempre, encima del árbol de manzanas.
Pataló: ¿Y las siete cebollas?
Murciélago: Las metí dentro de la capa. Así, el que la haya robado no dejará de llorar.
De este modo sabremos quién lo hizo.
Todos a la vez: ¡Qué desgracia, qué desgracia!
Sapo: Eso, eso. ¡Qué desgracia!
Pataló: (Muy nervioso: se tira de las orejas, se muerde las uñas y se golpea la cabeza con el zapato).
¡Si la capa cae en manos de nuestros enemigos, estamos perdidos, perdidos, perdidos! Nuestros
enemigos destruirán la selva y la sabana con sus ríos. Y si nos aniquilan, zas, zas, ¿qué será de
vuestro monarca, de toda la familia real? ¿De sus hijos los príncipes y los infantes? ¡Ay, ay, ay!
Todos a la vez: ¿Y de nosotros?
Sapo: Eso, eso. ¿Qué será de nosotros?
Pataló: Ya lo pensaremos. (Cambiando y dirigiéndose a los animales). Sin la capa verde, no somos
nadie. Ella nos protegía. Es necesario que vayamos a recuperarla, que busquemos y revolvamos
todo lo que sea necesario. Si no la encontramos, será nuestra perdición: no crecerán más
en nuestros huertos los tomates gigantes. Volveremos a ser carnívoros, devorándonos unos
a otros. Con la capa verde…
Sapo: Eso, eso.
Pataló: Tú a callar, Sapo.
Todos se ponen a buscar como locos. Tropiezan, caen, sospechan de unos y de otros… Juego gracioso
de situaciones ridículas.
Uno: Ya lo tengo.
Todos a la vez: ¿La encontraste?
Uno: (Mostrando un vestido verde). ¡Oh, no!
Todos a la vez: Es el vestido de algún humano. (Risas).
Todos se paralizan ante unos ensordecedores ronquidos mezclados con lamentos que llegan de fuera.
También se percibe un olor muy desagradable.
Todos a la vez: (Tapándose la nariz). ¡Oh, qué olor más desagradable!
Uno: No se puede aguantar.
Lobo: Escuchad.
Perro: Atended.
Pataló: Quietos. Puede ser el ladrón.
Sapo: Eso, eso, el ladrón. El ladrón huele a caca. Me recuerda un poco el aliento de…
Murciélago: (Lamentándose). ¡Y todo por culpa mía, ay, ay!
Pataló: Ven, Sapo. Quiero que seas tú el que vaya a inspeccionar esos ronquidos. Tú eres astuto.
Sapo: ¿Por qué no va el Cocodrilo? Eso, eso, el Cocodrilo.
Cocodrilo: Porque soy viejo, me duele aquí, aquí, aquí y en la punta de la nariz.
Sapo: (Algo nervioso). Si no tengo más remedio, iré. Que todo sea por salvar a nuestra selva.
Pataló: Y a tu rey, o sea, yo.
Todos a la vez: (Animando). ¡Sapo, Sapo, Sapo! ¡Es todo un héroe!
Sale Sapo. Saca pecho, orgulloso y presumido. Al poco, regresa sobresaltado.
Sapo: Es él.
Todos a la vez: ¿Quién?
Sapo: Gato.
Todos a la vez: ¿Gato?
Sapo: Está tumbado ahí fuera.
Lobo: ¿Estás seguro?
Pataló: ¿No será un gato-bomba colocado por nuestros enemigos para…?
Sapo: No se puede mover. Huele a cebolla que tira para atrás. Y, además, sus ojos no dejan de llorar.
Todos a la vez: Por la cebolla.
Salen todos y regresan con Gato. Le dejan en medio del espacio escénico. Los animales le rodean. Gato
no deja de roncar. Después se despierta.
Gato: ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? ¡Qué hambre! ¿Dónde está el Ratón?
Ratón: ¡Ay, madre!
Pataló: (Se acerca a Gato). Oye, Gato, ¿por qué lloras?, ¿quién te pegó?
Gato: Mi rey, lloro porque me he comido unas cebollas y ahora me hacen… llorar, llorar, llorar.
Sapo: ¡Eso, eso!
Pataló: ¿Y con las cebollas?
Gato: Un árbol de manzanas.
Pataló: ¿Y con las manzanas?
Gato: Unas camisas, unos zapatos, unos pijamas, unos… ¡Tengo tanta hambre!
Todos a la vez: ¿Solo eso?
Gato: Bueno…
Todos a la vez: ¿Bueno?
Gato: Y una cosa verde. Me supo a lechuga.
Pataló: ¿No sería la capa…?
Todos a la vez: ¡Ah, se la ha zampado!
Pataló: ¿Y ahora qué hacemos?
Murciélago: Sacársela de la barriga. Abrirle como al lobo del cuento de Caperucita.
Sapo: Eso, eso. ¡Qué emoción! Yo quiero ver el almacén donde mete tantas cosas; el estómago,
vamos.
Gato: (Asustado). Un momento, un momento. Como sé dónde está la capa verde, os la puedo
sacar yo mismo. (Mete la mano por la boca y va sacando del interior una interminable tela verde.
Todos los animales le ayudan). ¿Más todavía?
Todos a la vez: ¡Más, más, más! Cuando han terminado, Murciélago se acerca a la tela, la huele
y no deja de lamentarse.
Murciélago: Esta tela es la de mi capa verde. Pero ha perdido todos sus poderes. No huele igual.
Pataló: ¿Pero qué estás diciendo, Murciélago?
Murciélago: Lo que digo. Dentro de unas horas, cada uno de nosotros será lo que fue antes:
carnívoro, herbívoro, rumiante, fiero, astuto… Los árboles darán sus frutos normales
y no podremos impedir que salga el Sol, como antes.
Todos a la vez: ¿Entonces…?
Ratón: ¡Ay de mí! (Se va). Uuuyyy.
Sapo: Eso, eso; yo, sapo siempre. Buen sapo, aunque algunos me tengan cierto… Cada cual
es para lo que ha nacido y le han nacido. No puedo ser otra cosa.
Todos van saliendo, como huyendo y desconfiando de los demás animales. Se queda solo el león, sentado
en su trono real.
Pataló: (Resignado). Bueno, seguiré siendo el rey de la selva. Tendré que demostrar que soy
el más fuerte, el más listo, el más…, aunque ya tenga muchos años y mi dentadura sea postiza.
Sapo: Eso, eso.
Gato: (Que cruza el espacio). ¡Oh, qué hambre tengo! ¡Si me pudiera comer al león!
Sapo: Eso, eso.
El león abre la boca y bosteza.
Gato: ¡Yo me largo de aquí!
Sapo: Eso, eso, te acompaño.

Teatro Castellano

Piezas teatrales
Los amores del río Zapardiel


PERSONAJES
Enamorado Dama
Consuelo Gorrión Meluco
Mochuelo


La obra Los amores del río Zapardiel está basada en una leyenda muy antigua sobre cómo el río
Zapardiel atraviesa la villa de Medina del Campo. Un joven se enamora de una dama, pero esta
le rechaza. Después de mucho insistir, la dama le pone una condición al pretendiente: que traiga
el río Zapardiel hasta Medina del Campo. La villa tiene necesidad de agua, pues sufre mucha
sequía. Este proyecto es casi imposible de realizar, ya que el cauce está muy lejos. El enamorado
gasta todos sus ahorros en desviar la corriente y…

ÚNICA ESCENA

El Enamorado aparece solo en el escenario y se dirige al público.
Enamorado: (Aparece ridículo, sentimental, nervioso, siempre en movimiento, con una flor en las
manos, provocando las risas de los espectadores).
¡Qué desgracia la mía! ¡Oh, qué desgracia! Ella no me quiere. Le mando regalos y nada. Le compro
collares de oro y nada. Le traigo chocolate de Tordesillas y no me lo acepta. Le escribo versos
sin firmar, anónimos, y sé que los recita desde el balcón de su casona. Piensa que se los escribe
el Príncipe Azul. Ella espera al Príncipe Azul para casarse con él. Cree que un día vendrá
a buscarla. ¡Vaya tontería! ¿Qué puedo hacer, qué? (Saca un corazón enorme y se lo muestra
al público). Este corazón mío está muy apenado: no duerme, no come, no piensa… ¿Qué haré?
¡Me voy a morir de amor! ¡Ay, el amor!
Se asoma por un lateral Mochuelo, el criado, con Meluco, el loro. Imita, con gestos, al Enamorado.
El loro Meluco también lo imita.
Mochuelo: ¡Se va a morir de amor, amoooor!
Meluco: ¡Amooor!
Mochuelo: A callar, loro.
Meluco: A callar, amor.
Mochuelo: No me llames amor.
Meluco: No, amor.
Enamorado: (Al público). Si la Dama me rechaza, voy a cometer una locura. (Pensando).
¿Qué locura? No sé, no sé. Quitarme la vida, eso. Me arrojaré desde lo alto de la torre.
No, eso no, puedo herirme, romperme una pierna, la cabeza, y duele mucho. ¿Y si me clavo
un cuchillo en el pecho? (Simulando con la flor el arma). Así, así. Tampoco. Me desangro
y qué; más pierdo yo. (Pensando). No, no. ¡Ay, el amor!
Mochuelo: (Aparece muy contento). Señor, mi señor.
Enamorado: (Impaciente). ¿Hablaste con ella? ¿Tienes noticias frescas?
Mochuelo: Las tengo, señor

Enamorado: ¿Me quiere la Dama?
Mochuelo: Verá, señor…
Enamorado: ¿Sí o no?
Meluco: No, señor. De momento no, señor.
Enamorado: ¿No?
Mochuelo: No.
Meluco: No.
Enamorado: ¡Ay, ay, ay! ¿Hablaste, Mochuelo, ay, ay, con su sirvienta, Consuelo Gorrión?
Mochuelo: Hablé, señor, con Consuelo Gorrión.
Enamorado: ¿Qué te dijo, Mochuelo?
Mochuelo: Que la Dama ya tiene un amor.
Meluco: Un amor.
Mochuelo: Calla, Meluco.
Enamorado: ¿Qué amor, ay?
Mochuelo: Pues un amor. Su amor es un Príncipe Azul al que espera noche y día
y con el que piensa casarse. Así lleva aguardando mucho tiempo.
Enamorado: ¡Oh, oh, oh! Ya lo sabía.
Mochuelo: ¡Oh, oh, oh! Y el tal Príncipe Azul le escribe versos, que son los de usted, mi amo.
Y se emociona, señor.
Meluco: Señor, señor.
Enamorado: ¡Qué desgracia, qué desgracia más desgraciada!
Meluco: Gracia, gracia, gracia.
Mochuelo: Pero, mi señor, Consuelo Gorrión sabe la manera de desenamorarla del Príncipe Azul.
Enamorado: ¿Sí? ¿Cómo?
Mochuelo: Con dinero. Consuelo Gorrión desea que se le pague por sus servicios. Y lo veo justo.
Enamorado: ¿Cuánto pide?
Mochuelo: Veinte monedas de oro. (Al público). Doce monedas son para mí. Tengo que comprar
chocolate a Meluco.
Meluco: Chocolate.
Enamorado: Date prisa. Toma las monedas y ve a buscar a Consuelo Gorrión. ¡Oh, qué calor!
Hace tanto que no llueve en Medina del Campo… Ni un río pasa por aquí para podernos
refrescar. ¡El río Zapardiel está tan lejos…! ¡Qué calor!
Mochuelo: (Pícaro, contando las monedas). ¡Qué calor!
Meluco: ¡Calor! (Salen todos. Entra Consuelo Gorrión. No deja de abanicarse, bailando cara
al público).
Consuelo Gorrión: ¡Ay, qué calor, qué calor!
Me llamo Consuelo,
Consuelo Gorrión,
y soy la más fea
de nuestra nación.
Tengo un ojo verde

dedos de pepino,
nariz de cebolla,
cara de melón.
Pero oledme, huelo
a melocotón.
Se muere de risa
este corazón.
¡Qué bueno y qué malo
es, ay, el amor!
Me llamo Consuelo,
Consuelo Gorrión.
¡Ay, qué calor, qué calor, qué calor!
Mochuelo: (Llamando desde fuera). ¡Gorrión!
Meluco: Go-rrión.
C. Gorrión: Corre, Mochuelo.
Mochuelo: Ya vengo, Gorrión. (Se abrazan y se dan un beso muy sonoro). Mua, mua, mua.
Meluco: (Besándose un ala). Mua, mua, mua.
Mochuelo: ¿Te dijo algo la Dama, tu señora?
C. Gorrión: (Haciéndose la importante). Algo.
Mochuelo: ¿Qué? ¿Le quiere a mi señor, no le quiere?
C. Gorrión: Eso depende.
Mochuelo: ¿De qué depende, Gorrión?
C. Gorrión: De las monedas de oro. Este servicio no se hace gratis. Ya sabes, es peliagudo,
morrocotudo, pistonudo…
Meluco: Udo, udo, udo.
Mochuelo: Ya sé, ya te entiendo, ya, ya. (Va sacando monedas de oro del bolsillo y se las va
entregando a la mujer). ¿Más?
C. Gorrión: Más, más, más. (Contando). Doce, trece, catorce…
Mochuelo: ¿Más? (Desesperado). Que nos quedamos sin nada, Meluco.
Meluco: Nada, nada.
C. Gorrión: Veinte, veinte.
Mochuelo: Veinte no, no, no. ¡Ay, ay, ay! Pobre de mí. Estamos arruinados, nos quedamos
sin chocolate.
Meluco: Ate, ate, ate, chocolate.
C. Gorrión: (Contando las monedas). Veinte, eso.
Mochuelo: Ahora te toca a ti. Cuenta, Gorrión. Explica tu plan.
C. Gorrión: (En voz muy baja, pero el loro, en un lateral, lo repite a grito «pelao»). Que nadie
se entere, es un secreto.
Meluco: (Gritando). ¡Secreto, secreto, secreto!
C. Gorrión: (Al loro). ¡Calla, brujo!
Mochuelo: Di, cuenta, suelta. Estoy impaciente.

C. Gorrión: Verás.
Mochuelo: Veremos.
C. Gorrión: Mi ama, la Dama, no desea casarse con otro que no sea el Príncipe Azul, ya lo sabes.
Le espera día y noche. Sueña con él. ¡Ay, amor, amor, amor! Cuando yo le digo que el Príncipe
Azul no existe, no me cree. Ella asegura que el Príncipe le manda poemas, deseando conocerla
y llevarla con él en su caballo vestida de princesa. Luego, en su reino, la nombrará reina.
Mochuelo: ¡Está chiflada!
Meluco: Ada, ada, ada.
C. Gorrión: He pensado que vuestro amo se disfrace de Príncipe Azul y se haga pasar por él.
Mochuelo: Buena idea. Pero mi amo no tiene vestidos de príncipe.
C. Gorrión: No importa. Que se vista con lo que tenga. Ya nos arreglaremos nosotros para
convencerla de que es el Príncipe…
Mochuelo: ¡Oh, qué inteligencia, Gorrión!
C. Gorrión: Corre a decírselo. Que venga disfrazado de lo que sea y traiga algunos poemas
dedicados a mi ama. Yo también iré a buscarla. Los dos se encontrarán aquí mismo.
¿Entendido?
Mochuelo: Sí, entendido.
Salen todos. Al poco, llega la Dama con Gorrión.
Dama: ¿Y dices, Gorrión, que aquí me espera el Príncipe Azul? ¿Estás segura?
C. Gorrión: Segurísima, mi señora. Tan segura como que me llamo Gorrión, para servir a usted,
a usted y al de más allá.
Dama: (Nerviosa, preocupada y ridícula). ¿Estoy guapa? ¿Le gustará mi vestido? ¿Y mi peinado?
¿Y mis zapatos? ¡Oh, oh, oh! Ya me siento princesa, gobernadora, reina de algún reino.
Tendré vasallos, sirvientes, guerreros a mi disposición. ¡Yo seré su reina! (Por Gorrión).
Y a ti te nombraré…
C. Gorrión: ¿Qué, señora? ¿Acaso ama de llaves? ¿Acaso…? (Se inventa cargos).
Dama: Dueña absoluta de las perolas, pucheros, sartenes y platos de la cocina real.
C. Gorrión: (Molesta). ¡No me gusta, no me gusta!
Dama: ¡Qué emoción, qué nervios! (A Gorrión). ¿Ya llega, ya viene? ¿Viene con su caballo
volador? ¿Lo ves? ¡Oh, oh, oh! Me muerdo las uñas, me derrito.
C. Gorrión: ¡Se derrite! Con tanto sol, no me extraña. ¡Qué tonta es la pobre! (Cambiando).
Ya se acerca, señora.
Dama: ¡Oh, oh, oh!
Voz en off de Mochuelo: (Anunciando). ¡El Príncipe Azul!
Dama: ¡Oh, oh, oh!
Aparece Mochuelo con un caballo de plástico. El loro Meluco se ha colocado en una esquina.
Mochuelo: (Reverencial ante la Dama). Mi señor el Príncipe Azul os obsequia (por el caballo)
con este ejemplar de pura sangre árabe. Y os manda este poema, que dice: (Saca el poema
del bolsillo. El Enamorado, espiando

Mochuelo: (Recita).
Este poemita
te mando, mi Dama,
para que lo leas
junto a tu ventana.
Dama: ¡Qué bonito!
Mochuelo: Yo te quiero mucho,
lo sabe mi almohada.
¡Ay, de amor me muero,
mi princesa amada!
Hoy vendré a buscarte.
Di adiós a tu casa.
Un beso te mando
en esta mi carta.
Dama: ¡Qué bonito, qué bonito! (Mochuelo le entrega la carta y ella la besa con emoción).
¿Dónde está mi señor, el Príncipe?
Mochuelo: Ahí llega.
Se presenta el Enamorado de un salto. Llega disfrazado de forma ridícula.
Enamorado: (Con voz afeminada). ¡Soy el Príncipe Azul, señora mía!
Mochuelo: ¡Señora mía!
Enamorado: ¡Mía, mía!
Meluco: Mía, mía, miau, miau.
Dama: (Emocionada). ¿Me traes un gato, Príncipe Azul?
Enamorado: Era el loro.
Dama: No me gustan los loros. (Cambiando).
Mochuelo: ¡Cómo se pone esta bruja!
Meluco: (Repitiendo). ¡Bruja, bruja!
Dama: Me han llamado bruja, Gorrión. (Lloriqueo). ¿Quién ha sido, quién?
C. Gorrión: (Acusando a todos). ¡Este, este, este!
Mochuelo: ¿Yo? Ha sido este (señalando al loro).
Meluco: (Señalando al Enamorado). ¡Este, este, este!
Enamorado: ¿Yo?
Dama: ¿Tú, mi Príncipe? No me lo puedo creer.
Enamorado: Ha sido el loro.
Dama: ¿El loro? Pues si ha sido él, deseo que le corten las alas, Príncipe Azul.
Meluco: ¡Hala, hala! (Todos persiguiendo al ave). ¡Hala, hala!
Enamorado: (Después de hacerse con Meluco). ¡Oh, señora, disculpad al loro! Es un pobrecito.
Todos lo queremos mucho…
Dama: ¡Disculpado, disculpado! (Cambiando). Y dime, mi Príncipe, ¿vienes a buscarme
para casarte conmigo? Esta carta dice que…
Enamorado: Desde luego. Vengo a buscarte.
Dama: ¿Y de qué nación eres rey y yo de qué nación seré reina?

Enamorado: (Intentando abrazarse a ella, propinándose un buen golpe). Tú serás la reina de mi corazón.
Todos: (Menos la Dama). ¡Zas!
Dama: ¿Te has hecho daño, mi señor?
Enamorado: No es nada, querida.
Dama: (Intenta curarle, pero se da cuenta de que es Enamorado que viene disfrazado). ¡Oh, si yo
diría…! Este olor me recuerda a alguien que… (Cambiando). No, tú no eres el Príncipe.
Me engañas. El Príncipe no lleva esas ropas tan, tan, tan…
Meluco: Tan, tan, tan.
Enamorado: (A Gorrión aparte). Dile, anda, que soy el Príncipe Azul.
C. Gorrión: Bueno, sí, negociemos. Dos monedas de oro si…
Mochuelo: ¡Bruja, bruja!
Meluco: ¡Bruja!
Dama: Otra vez, bruja. ¡Ay, ay, ay!
C. Gorrión: No hay trato. Dos monedas.
Enamorado: Vale, dos. (Insistiendo). Dile que soy el Príncipe.
C. Gorrión: (Muy bajito, que casi no se oye). Es el Príncipe, señora.
Enamorado: ¡Más alto, Gorrión!
C. Gorrión: ¿Más alto? Si lo digo más alto, más dinero.
Enamorado: Toma, otra moneda.
C. Gorrión: (Cada vez más alto y repetidas veces, sin dejar poner la mano). ¡Es el Príncipe Azul!
Dama: ¡No estoy sorda, Gorrión! Pero tengo mis dudas.
Enamorado: ¿Dudas? (A la Dama). ¿Acaso no era yo el que te mandaba los poemas?
Dama: Ya, sí, bueno… Pero esas ropas que llevas no son de príncipe.
Mochuelo: Tiene que disimular su condición. Si viene con collares y anillos de príncipe,
puede que alguno de los muchos ladrones de la comarca se los robe.
Dama: Ah, ya entiendo: los ladrones.
Enamorado: Los ladrones.
Dama: Claro, no había caído en la cuenta.
Meluco: ¡Cuenta, cuenta…!
Dama: (Cariñosa, se abraza de nuevo al Enamorado. Al abrazarse a él, se le van desprendiendo los postizos:
los vestidos, la melena… hasta quedar en calzones. Asustada). ¡Oh, pero si eres tú, el loco Enamorado!
Enamorado: (Contrariado). ¡Señora, yo…!
Dama: Vámonos, Gorrión.
C. Gorrión: Esperad, señora.
Dama: Esto es insoportable, inaguantable, in…
C. Gorrión: (Al oído). ¿Qué le parece, mi señora?
Dama: Sí, sí, sí. (Al Enamorado). He pensado que me casaré contigo…
Enamorado: ¿Casarse? ¡Casarse! ¿Cuándo, mi dulce amor?
Dama: No me llames amor, insolente.
Enamorado: ¿Cuándo?
Dama: Cuando traigas a Medina del Campo el río que pasa a kilómetros de aquí.

Enamorado: ¿El Zapardiel? ¡Es imposible! ¿Cómo voy a traer hasta esta villa el río Zapardiel?
Lo dices para no casarte conmigo.
Dama: Por eso.
C. Gorrión: Ya ha oído a mi señora.
Mochuelo: ¡Brujas!
Meluco: ¡Brujas!
Enamorado: (Ridículo. Mochuelo y Meluco repiten lo que dice).
Amor, amor, amor,
sin tus besos
me pica el corazón.
Sin tus ojos
no puedo vivir yo.
No duermo, no como,
me muero de amor.
Meluco: Amor, amor, amor.
Enamorado: Y me pide que traiga hasta esta villa de Medina del Campo el río Zapardiel. Eso es
imposible. Necesitaría trescientos hombres que trabajaran trescientos días seguidos… ¡Una locura!
Meluco: Lo-cu-ra.
Enamorado: (Sentimental, al público). Pero yo la amo. Y por ella sería capaz de…
Mochuelo: De…
Enamorado: De traer hasta aquí ese río tan lejano. Invertiré toda mi fortuna en el intento. No
tengo otro remedio. (A Mochuelo). Vamos, Mochuelo. Tenemos que ponernos manos a la obra.
Mochuelo: ¿Está loco, mi señor?
Enamorado: (Sale gritando). ¡Estoy loco, loco, loco de amor!
Meluco: ¡Loco, loco, loco!
Voz en off: (Voz fuerte y decidida, acompañada con ruido de agua, música apropiada…).
Y más de trescientos hombres trabajaron noche y día para desviar el recorrido del río Zapardiel.
Toda la fortuna del Enamorado se iba agotando en favor de aquella empresa: la empresa de su amor.
Salen los tres. Entra Consuelo Gorrión con la Dama.
C. Gorrión: Tiene que comprender, mi señora, que el pretendiente la ama.
Dama: Ya, sí, pero no es un príncipe. Yo espero al Príncipe Azul, Gorrión.
C. Gorrión: El Príncipe Azul no existe. Y si existe, ya se habrá casado con otra mujer.
No nos podemos fiar de los hombres, aunque sean príncipes.
Dama: Yo soy joven, Gorrión.
C. Gorrión: Ya lo creo, mi señora.
Dama: Joven, Gorrión. No tengo arrugas ni verrugas en la cara.
C. Gorrión: (Señalando). ¿Y esta, esta, esta?
Dama: A callar, Gorrión. ¿Qué sabes del pretendiente?
C. Gorrión: (Al oído). Me han dicho, señora mía, que es tanto el amor que te profesa que…
Dama: ¿Qué?
C. Gorrión: Que el cauce del río Zapardiel, según su deseo, lo ha desviado hacia Medina.
¡Todo por conseguir su amor!

Dama: ¿Sí? ¡Es imposible!
C. Gorrión: Esa fue la condición que le puso mi ama, ¿lo recuerda?
Dama: No la he olvidado.
Entra precipitadamente Mochuelo.
Mochuelo: Apartaos, apartaos, que ya llega. La corriente del río Zapardiel está a punto
de cruzar nuestra villa.
Dama: ¡Oh, oh!
C. Gorrión: ¡El río Zapardiel! ¡Un milagro!
Dama: ¡Oh, oh, oh!
Un paño azul, imitando la corriente de agua, cruza el escenario, cubriendo a la Dama y a Gorrión.
Da la sensación de que la corriente se las lleva. Las dos gritan.
Dama: (Agitándose entre las olas). ¡Socorro, socorro, que me ahogo!
C. Gorrión: ¡Que alguien venga a salvarnos!
Enamorado: (Dispuesto a lanzarse al cauce. Saca a la Dama. Ya en sus brazos). He cumplido
lo que me pediste: traer hasta esta villa de Medina del Campo el río Zapardiel.
Dama: Gracias por haberme salvado, mi Príncipe Azul. Veo que de veras me amas, pues por mí
has hecho lo que has hecho. Anda, dame un beso.
Enamorado: Entonces, ¿quieres casarte conmigo?
Dama: Sí, mi Príncipe Azul.
C. Gorrión: (En medio del río). ¡Que alguien me saque de aquí!
Mochuelo: (Arrojándose al río). Yo mismo. (Saca a Gorrión, la besa).
¿Quieres casarte conmigo, Gorrión?
C. Gorrión: Lo deseo tanto…
Meluco, el loro, habla ahora como una persona. Cara al público.
Meluco: Por el río Zapardiel
navegan todos los barcos
cargados de amores menta,
cargados de amores blancos.
Por una dama, un amor
hizo callar al verano.
Por la villa de Medina,
la de Medina del Campo,
cruza el río Zapardiel:
¡Todo amor de Enamorado!
Dama: ¿Nos casamos mañana?
Enamorado: Sí, el día de Santiago.
C. Gorrión: (A Mochuelo). ¿Y también nosotros?
Mochuelo: Pues claro, pues claro.
Meluco: (Al público). Ya lo sabéis todos: estáis invitados.

dijous, 17 de desembre del 2009

dimecres, 16 de desembre del 2009

Feina pel Nadal

DEURES DE NADAL

MATEMÀTIQUES
Pàgines 56 i 57 activitats: 1-3-4-5-6-7-8-9-10

Pàgines 76 i 77 fer totes les activitats.

Calcula el quadrat i el cub d’aquests nombres i expressa en forma de producte:

9
11
15
10
100
12

Calcula el mínim comú múltiple i el màxim comú divisor de:

m.c.d. (12 i 36)=


m.c.d. (60 i 50) =


m.c.m. (2,4,10) =


m.c.m. (3,4,9)=


CATALÀ:
Fer un diari del que has fet cada jornada amb un mínim de 5 línies. (Per dia). Confecciona’l com vulguis.
Llegir cada dia 30 minuts.

BLOC LA ROSA BLAVA

Hi ha moltes activitats per repassar de matemàtiques i català.
Direcció: rosablava.blogspot.com

dimarts, 15 de desembre del 2009

Per què no ens podem barallar?


No ens podem barallar perquè, primer ens fem molt de mal, físic, mental i també social. Perjudiquem a la persona amb la que hem tingut aquest problema.
La violència és un camí que no hem de prendre perquè d’una forma o una altra sempre acaba molt malament, i nosaltres els causants patim les conseqüències de les nostres propies errades.
Finalment ens acabem distanciant del món que ens envolta, perdem els nostres amics, la confiança i el pitjor de tot ens acabem distanciant de la nostra família.



Autor: Braian Ruiz Arenas
6ºA

divendres, 11 de desembre del 2009

Repàs mates

Per poder repassar a casa el que hem fet a Mates el primer trimestre.

Accentuació

Per repassar l'accentuació al Nadal.